sábado, 8 de mayo de 2010

SOLAS PERO CONTENTAS.

La sexualidad femenina en soledad.

En la historia de la humanidad, nunca se había dado el caso de que hubiera tantas mujeres con estudios, preparación cultural, capacidad económica y que paradójicamente estuvieran solas, con grandes dificultades para encontrar a una pareja masculina que las aprecie, valore, ame y desee, como en los cuentos de hadas de antaño. Los cambios en la dinámica socioeconómica, la revolución sexual de los sesentas, el acceso de las féminas a las universidades, su acceso al campo laboral y político, han propiciado que cada vez sean más las mujeres que acceden al poder, que antes era privilegio masculino solamente. Las mujeres están logrando el sueño de millones de sus antepasadas, Sor Juana estaría orgullosa de sus congéneres contemporáneas, lo mismo que Juana de Arco o cualquiera de aquellas miles de mujeres que alguna vez fueron rechazadas y hasta colgadas en la hoguera por atreverse a demostrar ser más inteligentes que muchos hombres de su época. Sin embargo, esta situación también ha traído aparejada la soledad conyugal en la que se encuentran muchas de ellas, debido al pánico que generan en los hombres, que se sienten amenazados de perder su posición ancestral de poder y dominio, solo por el hecho de poseer un pene, aunque en muchas ocasiones no lo sepan emplear adecuadamente.

Para este tipo de varones, enfrentar a una mujer inteligente, capaz, culta, económicamente solvente, con iniciativa personal y sexual, resulta un reto muy difícil de vencer, ya que se educaron en la idea de que ellos eran los inteligentes y los que deberían tomar las decisiones de qué, cuándo y cómo hacer las cosas. Ellos deberían decidir el auto a comprar, a dónde ir de vacaciones y cuándo y de qué manera tener las relaciones sexuales. Al toparse con mujeres que no están dispuestas a continuar desempeñando el rol de sumisión, les huyen y prefieren quedarse solos, refugiarse en la compañía de los amigos, volver a las faldas de sus madres o encontrarse a la mujer sumisa y abnegada, tan elogiada en el cine mexicano de los años cincuentas y sesentas.

Muchas mujeres se encuentran con la dificultad de encontrar a una pareja masculina que las acepte, valore y desee con todas sus cualidades, sin luchar contra ellas por el poder. Se sienten solas y salen a los bares con la idea de encontrarse al príncipe azul en algún rincón escondido. Algunas han tenido una pareja formal y se han tenido que divorciar para poder seguir siendo ellas mismas, so pena de someterse a los temores de sus parejas y dejar de luchar por ser mejores en todo lo que saben hacer. Estas mujeres llegan a creer que tienen algún defecto y que por eso los hombres no las voltean a ver. Se equivocan, no tienen defectos, poseen demasiadas cualidades para ser apreciadas por la mayoría de los varones que han sido criados para ser servidos por ellas y no para amarlas con todas sus virtudes. Al no encontrar una pareja que las acompañe y con la cual sentirse queridas, suelen clausurar su sexualidad y de esta manera se empobrecen en su intimidad. Cancelan sus anhelos sexuales porque les han hecho creer que las chicas buenas no pueden gozar del sexo si no tienen una pareja formal. Al privarse de tales placeres, aumenta su ansiedad y sus depresiones, disminuye su autoestima y no rinden laboralmente lo mismo que cuando se sienten satisfechas con su sexualidad, tengan o no una pareja sexual estable y/o formal.

A estas mujeres solas, les quedan varias opciones para desahogar su sexualidad: el autoerotismo, que incluye la masturbación, la cual puede ser vaginal o clitoridiana; el acariciarse todo su cuerpo y buscar que les den masajes corporales para relajarse; salir en busca de algún galán que no les tema y les pueda brindar placer por una o varias noches, según se dé la relación; hacerse de algún amigo que este dispuesto a compartir con ellas el sexo, sin la amenaza de que ella le pedirá matrimonio al día siguiente, pues esto apánica a la mayoría de los hombres. Tener un novio con derechos sexuales por parte de ambos, sin crearse mayores expectativas, a menos que la relación prospere y decidan vivir juntos, lo cual terminara con la soledad. Por otra parte, si estas mujeres pudieran pensar que “es mejor solas pero contentas”, no saldrían a la calle en busca de marido, sino de un amante con el cual poder compartir los buenos momentos e intercambiar placer sexual, como lo hacen muchas mujeres hoy en día en Europa.

Parte del problema para encontrar un compañero sexual, es la educación recibida en la que se le ha hecho creer a la mujer que solo puede y debe tener relaciones sexuales con quien se case. No se le dice que debe ser con quien ame y desee. Por siglos, se ha temido a la sexualidad femenina y se han establecido muchos controles sociales y religiosos para hacerla sentir culpable cuando logra desahogar sus deseos sexuales fuera de un matrimonio, sin la anuencia del varón. Pero no se rechaza del mismo modo a los hombres que sufren de incapacidad amatoria, de eyaculación precoz o de impotencia. Si las mujeres logran aumentar su cultura sexual, descubrirán que pueden darse mucho placer a sí mismas, refugiándose en el autoerotismo, pero también que pueden lograr su satisfacción sexual con un compañero que las admire, respete, complazca y desee, aunque no sea su marido o pareja formal; de esta manera estarán solas pero contentas y no acompañadas y amargadas por una mala relación conyugal. Las cosas están cambiando y las relaciones sexuales de las mujeres también, los hombres deberán comprender dichos cambios para no convertirse en unos anacrónicos sexuales.

viernes, 7 de mayo de 2010

COMUNICACIÓN EN LA PAREJA

COMUNICACIÓN Y SOLUCIÓN DE
CONFLICTOS EN LA PAREJA.
TALLER DE DIALOGO Y REFLEXIÓN CONYUGAL
UN ESPACIO DEDICADO A MEJORAR
LAS RELACIONES CON LA PAREJA.

COORDINADORES DEL TALLER:
Dr. Marco Antonio Pérez Mora: Psicoanalista de Adultos, Niños y Adolescentes, Psicoterapeuta de Parejas, de Grupos y de Familias.
Experiencia clínica de más de veinticinco años, atendiendo a adultos, niños, adolescente, parejas y familias.
Conferencista en diferentes foros locales y nacionales, colaborador en el Programa El Expresso de las Diez y Servicio a Domicilio de Radio Universidad de Guadalajara, colaborador en Radio Mujer y en Radio Formula, sobre aspectos de salud mental y sexualidad.
Colaborador del periódico Público Milenio durante más de diez años con una columna dominical sobre sexualidad humana.
Ma. Elizabeth Zermeño Muñoz.
Psicóloga clínica, atiende a niños, adolescentes y adultos. Evaluaciones psicométricas, imparte cursos y talleres sobre comportamiento humano. Colaboradora en Radio Mujer en programas de salud mental y de orientación a padres.
CUPO LIMITADO
LUGAR E INFORMES:
Nelson 80, entre Justo Sierra e Hidalgo, Col. Vallarta Norte, a tres cuadras de la glorieta Minerva, Teléfonos 3615-1750 y 1593-8172
E mail: dr_perezmora@yahoo.com
liz_zermeno@hotmail.com

COOPERACION: $700.00 por persona



OBJETIVOS:
Que los participantes reflexionen sobre la satisfacción y/o frustración que les brinda su relación conyugal.
Que analicen el tipo de comunicación que han establecido en sus años de convivencia y que definan cómo quieren comunicarse en el futuro cercano.
Que aprendan a solucionar sus conflictos de manera exitosa.
Que re-descubran las características que posee su pareja y qué los hace amarla.
Que reflexionen sobre el grado de satisfacción sexual que han vivido y que viven.
Conocerán los deseos, anhelos y frustraciones de su pareja.
DIRIGIDO A:
Personas dinámicas, reflexivas y pro activas que desean mejorar la calidad de su vida conyugal actual y futura., sin importar la edad que tengan. Que posean el valor de revisar lo que han logrado y lo que desean alcanzar a corto plazo con su pareja sexual.
Que cuenten con el valor de hacer cambios para modificar sus patrones de conducta que les han impedido mejorar la calidad de su relación amorosa y sexual.
TEMARIO
El ciclo vital de la pareja. Etapas por la que pasan las parejas
Estilos de comunicación conyugal.
El manejo de conflictos conyugales
Causas de la infelicidad conyugal
Tipos de cónyuges. ¿De tal familia tal pareja?
¿Dios los hace y Freud los junta?
El conocimiento del cuerpo y las relaciones sexuales.
La curva del orgasmo: femenino y masculino.
Los bemoles de la sexualidad. Los hijos y la sexualidad conyugal
El contrato matrimonial: formas de llegar a acuerdos exitosos
Reflexiones y conclusiones finales.
DINÁMICA DEL TALLER:
Se harán exposiciones dinámicas de los temas, se aplicarán algunos cuestionarios de auto evaluación y se espera que las parejas compartan sus experiencias con el grupo, de manera voluntaria. Se les otorgará una carpeta con material escrito para su análisis y revisión con su pareja.

EL EDIPO EN LA PAREJA SEXUAL.

Desde siempre, los pueblos han tenido un conocimiento sobre la naturaleza de las emociones humanas. Pero es a los griegos a quienes se les debe el haber plasmado en la literatura muchas de ellas, tal como sucede con el Edipo de Sófocles, del cual Freud toma el modelo para explicar la conducta sexual de los niños, entre los tres y los cinco años de edad, cuando se enamoran del padre del sexo contario y desean la desaparición del padre de su mismo sexo. La genialidad de Freud consistió en describir de qué manera esta conducta se presenta en los niños y cómo influye en el desarrollo de su sexualidad y en la elección de pareja, así como sus manifestaciones y repercusiones en la sexualidad adulta.
Dependiendo de la intensidad, la gratificación y/o frustración experimentada en esta etapa, de las vivencias de la adolescencia y de la necesidad de revivir la experiencia infantil, será el tipo de relación conyugal que se elija en la adultez. Si la experiencia estuvo marcada por la madurez de los padres y el sujeto se sintió querido, sin ser sobre gratificado en sus deseos, ni ser amenazado por tenerlos, las posibilidades de elegir una pareja más sana, son mayores que en el caso contrario. El niño que en su infancia fue sobreprotegido por su madre y llego a creer que él era el amante perfecto para su madre, que no tuvo el temor a la represalia por parte de su padre ante sus deseos de posesión materna, porque éste no se interesaba en su mujer, corre el riesgo de quedarse fijado en la figura materna y buscar en su pareja una réplica de su propia madre. En este caso, esperará que su pareja adulta sea maternal con él, que lo sobre proteja como hacia su madre en la infancia, que lo provea de satisfactores sin hacer mayor esfuerzo y él no se preocupara por complacer a su mujer, pues la verá como a un sustituto de su propia madre. Si corre con la suerte de haber elegido a una mujer que cree que su función es complacer al hombre sin esperar que éste la complazca a ella, el binomio será el de una esposa madre con un esposo hijo y obviamente la sexualidad se verá afectada, pues aunque en la infancia se haya deseado sexualmente a la madre, ciertos vestigios de represión instalados por ésta misma, harán que el hombre se sienta culpable de tener relaciones sexuales con su esposa, porque le recuerda a su propia madre y la angustia del incesto lo llevará a evitar en lo posible disfrutar de las relaciones sexuales. Gozará de otras cosas con ella, como el hecho de que sea la madre de sus hijos, que lo atienda, pero en lo sexual, la culpa inconsciente, le impedirá disfrutar del sexo, por lo que buscará su desahogo en los brazos de otra mujer, que no le recuerde a su propia madre.
En el caso de la mujer que se quedo prendada de su padre, el caso es similar, aunque con sus diferencias. Una mujer edípica elegirá a un hombre mayor que ella, con conductas paternales y sobre protectoras, mientras que ella se someterá y lo vivirá como a una especie de semidiós. Permitirá que él haga lo que quiera y en muchos casos aceptará pasivamente que le sea infiel, pues considera que él puede irse con otras mujeres, tal como veía que su padre lo hacía con su propia madre. Obviamente que en la cama, ella se limitará a sentir plenamente y el sentimiento inconsciente de culpa de haberle ganado a la madre, al quedarse con el marido, le impedirá el cabal disfrute de su sexualidad. También es muy probable que el marido de una mujer edípica tienda a tratarla como niña, la descalifique y la rechace sexualmente por verla muy infantil, cerrándose el circulo en donde inicio.
De hecho en la vida real de las parejas con fijaciones edípicas el lenguaje deja entrever los resabios de las mismas. Decirse “mami” o “papi” “mijo” o “mija” son ejemplos de estas situaciones. Cuando los hombres se refieren a las mujeres atractivas diciéndoles “mamacita” o ellas a ellos “papacito”, están reflejando este tipo de fijaciones infantiles. Algunas parejas suelen jugar en la cama a roles en los que se revive este tipo de anhelo edípico: él es el jefe y ella la secretaria, ella la maestra y él el alumno, él el Dr. y ella la enfermera. Freud decía que todo encuentro es un reencuentro, haciendo alusión a que todos los seres humanos buscan en la pareja sexual revivir las relaciones que tuvieron en la infancia, no todo mundo siente el mismo deseo infantil, pues en el transcurso del desarrollo se maduro, además de que en muchos casos, el Edipo se reprime adecuadamente, sobre todo cuando la relación entre los padres ha sido sana y madura. En un buen proceso edípico, se espera que el niño abandone sus deseos de posesión hacia la madre, se identifique con su padre y decida que cuando sea grande tendrá una novia como su mamá. La niña por su parte, dejará de competir con su madre por las atenciones del padre y regresará a identificarse con ella, pensando, de manera similar al varón, que cuando sea grande se casará con alguien como su papá. Esto es lo que Freud llamó la resolución del Edipo. Quienes se quedan fijados al deseo del padre del sexo opuesto, corren el riesgo de buscar en su pareja adulta una réplica de lo que vivieron en su infancia, con las consecuencias ya mencionadas.
Cuando una pareja se da cuenta que está repitiendo patrones impropios de su infancia, que les impide disfrutar plenamente de su sexualidad, requieren de hacer un análisis de la situación y mediante la comunicación franca y abierta, tratar de modificarlos. Cuando lo han intentado sin resultados, deben contemplar la ayuda profesional, que les permitirá madurar y disfrutar con mayor plenitud su sexualidad, dejando atrás los anhelos edípicos de la infancia.

COMPARTIENDO LA PAREJA.

La mayoría de las personas se casan o unen en una relación exclusiva, de la que queda proscrita la idea de que cualquiera de los dos mantenga relaciones sexuales y/o amorosas con un tercero (a). Sin embargo, la realidad desmiente estos sueños e ideales de posesión exclusiva, pues como es sabido por los estudios estadísticos, la infidelidad ocurre en más del cincuenta por ciento de la población y ésta ya no es privativa del género masculino: las mujeres están aumentando su participación. Compartir a la pareja, es una idea que casi todo mundo rechaza, pero que muchos viven como una realidad, aunque la niegan o evaden para no enfrentarse al hecho de la separación.
Algunas personas gustan de compartir a su pareja con otras personas de manera consciente y hasta premeditada. En estos casos no se puede hablar de infidelidad, pues si ambos lo han acordado, cualquiera de ellos puede tener relaciones sexuales con otra persona, como sucede con los que practican el intercambio de parejas o swingers. En estas situaciones, compartir a la pareja resulta excitante y en algunas circunstancias es una manera de abatir el aburrimiento, en otros casos, la pareja se fortalece con la experiencia y en otros se extingue en la aventura.
Pero existen millones de personas que se ven obligadas a compartir a su pareja en contra de su voluntad consciente. En estos casos quien se mantiene fiel a la relación es quien sufre por la conducta del otro (a), que busca en otra cama lo que no encuentra en su casa. Es el caso de la señora que sabe que su esposo tiene otra pareja y no se atreve a reclamarle por el miedo a que éste la rechace y decida irse a vivir de planta con la otra. La famosa frase de que “no me importa con quien ande siempre y cuando no me deje” o la otra “mientras yo sea la catedral que tenga las capillas que quiera”. En ambos casos hay una aceptación tácita de que el otro es compartido con extrañas, o a veces conocidas. Por cuestiones culturales y de imposición masculina, es más común que sean las mujeres las que acepten tacita o calladamente el compartir a su hombre. En cambio éstos se revuelcan contra la idea; aunque también están los que por miedo a ser reclamados en su insuficiencia masculina o a ser abandonados, se hacen de la vista gorda y permiten que su mujer tenga amoríos con terceros. Es el famoso cornudo feliz.
Pero también está el caso inverso. El hombre que tienen amoríos con una mujer casada, la tiene que compartir con el marido, pues quiera que no, al seguir siendo la esposa está expuesta a tener relaciones sexuales con él, aunque este enamorada del amante. Las mujeres que salen con casados, también se ven en la situación de que éstos tienen que llegar a su casa y cumplir sexualmente con su mujer, aunque sea esporádicamente. Pero la compartición no solo es sexual, sino también emocional. Quien tiene un amorío extra conyugal comparte a ambas mujeres y si la mujer con la que engaña a su esposa es casada, pues entonces la comparte con el marido, de tal manera que los tres o los cuatro se comparten entre sí. En el caso del hombre casado, que sale con otra mujer casada, éste comparte a la amante y a su vez él se comparte entre su mujer y al amante y si se da el caso de que el esposo de la amante, a su vez salga con otra mujer, la compartición de parejas es múltiple.
El deseo de posesión exclusiva de la pareja está fundado en los resabios de la infancia, cuando se tenía a la madre para uno solo y el narcisismo primario impedía compartirla con nadie más. Agregado a esto están las normas culturales que imponen la idea de la monogamia para preservar la transmisión de los bienes y para asegurar la paternidad de los hijos. Sin embargo, debido a que tanto como hombres como mujeres se guían por sus afectos y apetitos sexuales, cuando la relación conyugal no es todo lo satisfactorio que se desea, surge la opción del affaire con un tercero, con la ilusión de encontrar algo de consuelo y satisfacción en dicha relación, aunque también se tenga que compartir al otro (a). Algunas personas solo pueden continuar la relación formal insatisfactoria, cuando tienen un amante a la mano, pues sin ese desahogo, sienten que explotan por al agobio conyugal, el cual no se atreven a romper, argumentando mil razones: los hijos, las propiedades, la economía, el afecto a la pareja, aunque se le engañe, etcétera.
Así pues, son muchas más las personas que terminan compartiendo a su pareja, que aquellas que realmente se entregan en cuerpo, alma y corazón en una relación exclusiva. Una de las maneras de poder asegurar la fidelidad conyugal consiste en mantener viva la llama del amor, de la pasión sexual y del compromiso como pareja. Para lo cual es menester establecer una buena comunicación en todos los aspectos: emocional, sexual, económico, amoroso, personal y contar con disposición para quererse a pesar de las diferencias. Las parejas se unen porque desean tener sexo entre si y se separan o se distancian porque el sexo deja de ser tan placentero como lo anhelaban. Por ello es de vital importancia mantenerse muy activo y creativo en las relaciones sexuales y estar pendientes de que la pareja quede gratamente satisfecha. Cuando se sospecha de que algo anda mal, se debe dialogar y aclarar la situación. Si la pareja no lo puede hacer por sí misma, es el momento de buscar ayuda profesional, que permita continuar con la vida de la pareja, habiendo aprendido de la experiencia y resuelto los mal entendidos y los rencores destructivos.

DIFERENCIAS DE EDAD EN LA PAREJA.

Por tradición ancestral en casi todas las culturas y épocas, el hombre suele ser mayor que la mujer a la hora de escoger pareja. Esto se debe a que el varón era el principal proveedor económico y material del hogar. Un hombre de menor edad que su mujer, difícilmente podría proveerla de sus necesidades materiales. Hoy en día, con el acceso de las mujeres al trabajo bien remunerado, algunas parejas han invertido las edades, siendo ellos menores que ellas, con lo cual se ganan algunas críticas de su alrededor. Sin embargo, por cuestiones biológicas, lo ideal sería que el hombre fuera más joven que la mujer, para que éste le rindiera mejores y mayores satisfacciones sexuales.
Por cuestiones culturales de privilegio a los varones, muchas mujeres han escogido a hombres que en ocasiones les doblan la edad, lo cual, a pesar del amor que les hayan profesado, las deja en una situación de desventaja sexual, pues un hombre de cuarenta años que se casa con una chica de veinte, la podrá complacer los primeros diez años de vida conyugal, pero cuando ella tenga treinta, él tendrá cincuenta y comenzará a reflejarse el efecto del tiempo en la calidad de sus erecciones y en la frecuencia de las relaciones sexuales. En cambio, las mujeres tienden a tener su mejor época en la década de los treintas. El atractivo sexual que ejercen algunos hombres que peinan canas sobre las chicas jóvenes, tiene que ver con los resabios de su complejo de Edipo, que las lleva a buscar una relación de protección paternal. A estas chicas les agrada estar con un hombre mucho mayor porque fantasean, a nivel inconsciente, que están con su padre. Además de esto, creen que le han ganado la partida a su madre, las mujeres de la edad de él, pues al ser elegidas por un cuarentón o cincuentón, sienten que han dejado atrás a la mujer que tiene una edad similar a la de su madre. Otro aspecto que atrae a estas chicas, que prefieren hombres mucho mayores que ellas, es el sentir que serán protegidas por alguien a quien ven seguro de sí mismo, exitoso, maduro, con bienes materiales y un trabajo e ingreso estables, tal como veían a su propio padre cuando ellas eran niñas.
A los hombres maduros les atraen las chicas jóvenes porque eso les levanta la auto estima, porque las ven más lozanas y libidinales que a las de su misma edad. Muchos hombres de edad prefieren a las jovencitas porque creen que al andar con ellas se rejuvenecen. Al llegar a los cincuenta años de edad, algunos hombres se sienten viejos o temen llegar a serlo y el tener una pareja femenina mucho más joven contrarresta sus temores. Narcisistamente sienten que son más poderosos y potentes en su sexualidad, aunque en muchos casos ellas estén en la relación por otras razones y no necesariamente por lo que ellos creen.
Cuando los hombres son mucho más jóvenes que ellas, los problemas surgen cuando las mujeres comienzan a dar muestras de envejecimiento o cuando ellas esperan que ellos maduren y se comporten de manera más adulta y menos infantil y dependiente, como lo han hecho anteriormente. Los hombres jóvenes que eligen a mujeres mucho mayores que ellas, están buscando una relación como la que tuvieron con su madre en la infancia. Es una manera de actualizar su Edipo con una mujer que representa a su progenitora pero sin las angustias incestuosas, aunque en la relación ella se comporte como si lo fuera. A veces son protectoras y proveedoras de las necesidades de ellos, a cambio de sentirse amadas y deseadas. Si la relación es buena, ellas suelen ser beneficiadas con la potencia sexual de ellos, pero si éstos son infantiles y dependientes, esperaran que ellas los complazcan sin interesarse por sus necesidades, por lo que serán eyaculadores rápidos y no se preocuparan por complacerlas. Como ellas se sienten bien por el hecho de haber sido elegidas por un hombre mucho más joven, no les importa tanto el placer sexual, sino la simple compañía y el poder gratificar a su hombre-bebé con cosas materiales.
Para evitar conflictos mayores y problemas derivados de la brecha generacional, es recomendable que las diferencias de edad no sean mayores de cinco años, para arriba o para abajo. Cuando hay diez o más años de diferencia, se presentan dificultades para la convivencia cultural y social, que contribuyen a incrementar los problemas cotidianos que genera la vida en pareja por sí misma. Sin embargo, como la relación de pareja implica muchos más factores que la simple edad, también hay casos en los que el abismo cronológico no es un impedimento para que ambos disfruten de su compañía, pues las ganancias secundarias que ambos obtienen, mitigan las pérdidas primarias. Ejemplo de esto es el caso de la pareja en donde él es veinte años mayor y se comporta de manera paternal con ella, quien a su vez perdió a su padre cuando era muy pequeña. Ahora ella lo mima, lo cuida y lo admira porque lo ve como le hubiera gustado ver a su padre. A su vez, a él le gusta sentirse admirado y le encanta cuidarla y protegerla, se comporta con ella como si fuera un padre protector y la trata como “a su niña”. Una relación así de complementaria puede durar toda la vida, solo que no podrán compartir muchas otras cosas. Aunque tal vez no les interese eso, pues se satisfacen con lo que se dan mutuamente.
Una pareja en la que ella sea veinte años mayor que él suele presentar mayores problemas que cuando él es el mayor, pues la sociedad no lo acepta con la misma facilidad. Aunque muchas personas, sobre todo cuando están enamoradas no le dan importancia a la diferencia de edades, cuando ésta es muy grande, propicia conflictos adicionales, de los cuales hay que estar consciente y preparados para enfrentarlos de manera adecuada. En el enamoramiento la diferencia de edades no cuenta, en la vida real si afecta.