martes, 4 de octubre de 2011

LOS CELOS.

Un alto porcentaje de la población considera que los celos son una muestra de amor hacia la pareja celada. Algunas personas se sienten mal queridas si el amado (a) les refiere que no siente celos. La realidad es que los celos son producto de la desconfianza que experimenta el celoso y el motivo de muchos crímenes pasionales y de millones de rupturas amorosas, que sin ellos tal vez habrían podido sobrevivir.

Los celos sexuales son los más pasionales y originan el mayor de los sufrimientos en el celoso, pues éste no puede dejar de pensar en que su pareja esta con otra persona y que por tal motivo se está quedando sin su amor y su fidelidad. Uno de los substratos inconscientes de los celos es la homosexualidad latente que todos los seres humanos llevan en su interior, como resabio de la bisexualidad infantil. Tanto los hombres como las mujeres, cuando niños, llegaron a creer que podían ser de uno u otro sexo, hasta que el efecto de las hormonas les demostró que se era hombre, o se era mujer. Algunos continúan en la vida con la idea de que pueden ser ambos sexos y son personas que ejercen su sexualidad de ambas maneras: hetero y homosexualmente. Son bisexuales activos, que pueden estar casados, tener hijos y tener un amante de su mismo sexo.

Los individuos que son muy celosos y siempre andan “viendo moros con tranchete”, que desconfían de cada paso que da su pareja y creen que se acuesta con cualquiera, son personas muy inseguras de sí mismas y de su propia sexualidad. El mecanismo que subyace a los celos es una defensa frente a la inclinación homosexual. La defensa consiste en que el celoso cree que su pareja está pensando en tener sexo con otra persona del mismo sexo que quien cela. Si es hombre, celara a su mujer pensando que ella desea estar con otro hombre. En la calle andará alerta de vigilar a su mujer, creyendo que ella volteara a ver a todos los hombres que se crucen en su camino. Sin embargo, el celoso, solo se fijara en aquellos hombres que para él resulten atractivos y mediante el mecanismo de la proyección, culpara a su mujer de fijarse en ellos, aunque ésta ni siquiera se haya percatado de la presencia de dichos hombres, o lo que es peor, ni siquiera sean de su gusto. La persona que sufre de celos, puede caer en una celotipia, que son los celos enfermizos. En esta enfermedad, el celotipico (a) cree que su pareja lo engaña hasta con su sombra y en algunos casos llegan a temer que su mujer sueñe con los otros (as). Es tanta su desconfianza que busca cualquier indicio que le pueda confirmar que tenía razón en su percepción.

El celoso (a), duda de sí mismo (a), pero no es capaz de reconocerlo, por lo que proyecta en el otro (a) sus deseos y sus miedos. Como él duda de sí mismo (a), cree que no es digno de ser amado (a) y que su pareja fácilmente lo cambiara por el otro (a). Como no es capaz de reconocer su propia desconfianza, la proyecta en su pareja y desconfía de ella, acusándola de serle infiel. Pero en realidad, es el celoso quien desea ser infiel, solo que no con otra persona del sexo contrario, sino con alguien de su mismo sexo. Por eso los hombres celan a sus mujeres con otros hombres y las mujeres a sus hombres con otras féminas. La persona celosa vive pensando en lo que hace o hará su pareja con alguien del mismo sexo que el celoso y de esta forma es como si él o ella lo estuvieran haciendo con la persona con la que celan a su pareja. Si el celoso reconociera esta situación, la angustia sería mucho mayor que la que le generan sus celos, pues sería tanto como reconocer que es homosexual. Los celos son pues una defensa frente a la homosexualidad latente que amenaza con hacerse manifiesta en sujetos a los que ésta les angustia en exceso, por lo que prefieren culpar a su pareja de aquello que ellos desean, pero sin reconocerlo.

Las personas celosas sufren por sus angustias homosexuales y por su inseguridad, producto de su identidad sexual no consolidada. Al no estar seguros de sí mismos, los celosos creen que son fácilmente intercambiables, lo cual les angustia terriblemente, pues temen quedarse solos y sin la seguridad de tener una pareja heterosexual que los reasegure contra sus miedos homosexuales. Los celosos no son homosexuales de facto, pero si tienen mucho miedo de llegar a serlo, pues en su infancia tuvieron problemas para confiar en sí mismos y para consolidar su proceso de separación individuación que consiste en saberse queridos y sentirse seguros de ser amados por la madre tal como son, de acuerdo con su sexo biológico: si son niñas se sienten amadas por ser así y si son varones, sienten que su madre y su padre los ama por lo mismo.

Vivir con un celoso irredento es un suplicio para su pareja, quien constantemente es acusada de hacer cosas que ella no pensó o no realizó. El celoso es capaz de hacer dudar a su pareja de serle infiel y hay casos en los que la persona celada llega a dudar de sí misma, pues el mecanismo proyectivo que utiliza el celotipico es tan fuerte que contamina a la pareja del celoso, haciéndola insegura de sí misma, al grado de que se somete a los controles autoritarios del celoso para darle tranquilidad, cosa que no se logra. Los celos sexuales generan una violencia intraconyugal tremenda, pues a la inseguridad sexual del celoso, se agrega la pasión y la agresión que está ligada a su sexualidad pregenital, llevándolos a perder el control de sus impulsos cuando creen que su pareja los ha engañado con otra persona, llegando incluso al crimen pasional, tal como nos muestra la historia y la literatura universal.

Una manera de resolver los celos es sometiéndose a un proceso psicoterapéutico con un profesional de la salud mental y solicitando el apoyo de la pareja para salir delante de esta situación enfermiza que destruye el vínculo amoroso, pues sin confianza y seguridad en uno mismo y en la pareja, no se puede construir nada sólido, pues el menor viento de duda, echa al suelo cualquier construcción libidinal.