viernes, 7 de mayo de 2010

EL EDIPO EN LA PAREJA SEXUAL.

Desde siempre, los pueblos han tenido un conocimiento sobre la naturaleza de las emociones humanas. Pero es a los griegos a quienes se les debe el haber plasmado en la literatura muchas de ellas, tal como sucede con el Edipo de Sófocles, del cual Freud toma el modelo para explicar la conducta sexual de los niños, entre los tres y los cinco años de edad, cuando se enamoran del padre del sexo contario y desean la desaparición del padre de su mismo sexo. La genialidad de Freud consistió en describir de qué manera esta conducta se presenta en los niños y cómo influye en el desarrollo de su sexualidad y en la elección de pareja, así como sus manifestaciones y repercusiones en la sexualidad adulta.
Dependiendo de la intensidad, la gratificación y/o frustración experimentada en esta etapa, de las vivencias de la adolescencia y de la necesidad de revivir la experiencia infantil, será el tipo de relación conyugal que se elija en la adultez. Si la experiencia estuvo marcada por la madurez de los padres y el sujeto se sintió querido, sin ser sobre gratificado en sus deseos, ni ser amenazado por tenerlos, las posibilidades de elegir una pareja más sana, son mayores que en el caso contrario. El niño que en su infancia fue sobreprotegido por su madre y llego a creer que él era el amante perfecto para su madre, que no tuvo el temor a la represalia por parte de su padre ante sus deseos de posesión materna, porque éste no se interesaba en su mujer, corre el riesgo de quedarse fijado en la figura materna y buscar en su pareja una réplica de su propia madre. En este caso, esperará que su pareja adulta sea maternal con él, que lo sobre proteja como hacia su madre en la infancia, que lo provea de satisfactores sin hacer mayor esfuerzo y él no se preocupara por complacer a su mujer, pues la verá como a un sustituto de su propia madre. Si corre con la suerte de haber elegido a una mujer que cree que su función es complacer al hombre sin esperar que éste la complazca a ella, el binomio será el de una esposa madre con un esposo hijo y obviamente la sexualidad se verá afectada, pues aunque en la infancia se haya deseado sexualmente a la madre, ciertos vestigios de represión instalados por ésta misma, harán que el hombre se sienta culpable de tener relaciones sexuales con su esposa, porque le recuerda a su propia madre y la angustia del incesto lo llevará a evitar en lo posible disfrutar de las relaciones sexuales. Gozará de otras cosas con ella, como el hecho de que sea la madre de sus hijos, que lo atienda, pero en lo sexual, la culpa inconsciente, le impedirá disfrutar del sexo, por lo que buscará su desahogo en los brazos de otra mujer, que no le recuerde a su propia madre.
En el caso de la mujer que se quedo prendada de su padre, el caso es similar, aunque con sus diferencias. Una mujer edípica elegirá a un hombre mayor que ella, con conductas paternales y sobre protectoras, mientras que ella se someterá y lo vivirá como a una especie de semidiós. Permitirá que él haga lo que quiera y en muchos casos aceptará pasivamente que le sea infiel, pues considera que él puede irse con otras mujeres, tal como veía que su padre lo hacía con su propia madre. Obviamente que en la cama, ella se limitará a sentir plenamente y el sentimiento inconsciente de culpa de haberle ganado a la madre, al quedarse con el marido, le impedirá el cabal disfrute de su sexualidad. También es muy probable que el marido de una mujer edípica tienda a tratarla como niña, la descalifique y la rechace sexualmente por verla muy infantil, cerrándose el circulo en donde inicio.
De hecho en la vida real de las parejas con fijaciones edípicas el lenguaje deja entrever los resabios de las mismas. Decirse “mami” o “papi” “mijo” o “mija” son ejemplos de estas situaciones. Cuando los hombres se refieren a las mujeres atractivas diciéndoles “mamacita” o ellas a ellos “papacito”, están reflejando este tipo de fijaciones infantiles. Algunas parejas suelen jugar en la cama a roles en los que se revive este tipo de anhelo edípico: él es el jefe y ella la secretaria, ella la maestra y él el alumno, él el Dr. y ella la enfermera. Freud decía que todo encuentro es un reencuentro, haciendo alusión a que todos los seres humanos buscan en la pareja sexual revivir las relaciones que tuvieron en la infancia, no todo mundo siente el mismo deseo infantil, pues en el transcurso del desarrollo se maduro, además de que en muchos casos, el Edipo se reprime adecuadamente, sobre todo cuando la relación entre los padres ha sido sana y madura. En un buen proceso edípico, se espera que el niño abandone sus deseos de posesión hacia la madre, se identifique con su padre y decida que cuando sea grande tendrá una novia como su mamá. La niña por su parte, dejará de competir con su madre por las atenciones del padre y regresará a identificarse con ella, pensando, de manera similar al varón, que cuando sea grande se casará con alguien como su papá. Esto es lo que Freud llamó la resolución del Edipo. Quienes se quedan fijados al deseo del padre del sexo opuesto, corren el riesgo de buscar en su pareja adulta una réplica de lo que vivieron en su infancia, con las consecuencias ya mencionadas.
Cuando una pareja se da cuenta que está repitiendo patrones impropios de su infancia, que les impide disfrutar plenamente de su sexualidad, requieren de hacer un análisis de la situación y mediante la comunicación franca y abierta, tratar de modificarlos. Cuando lo han intentado sin resultados, deben contemplar la ayuda profesional, que les permitirá madurar y disfrutar con mayor plenitud su sexualidad, dejando atrás los anhelos edípicos de la infancia.