miércoles, 7 de julio de 2010

EL CUIDADO SEXUAL DE LOS NIÑOS.

Guadalajara, Jal. 4 de abril de 2006.

El abuso sexual infantil ha existido siempre y en todas las culturas. Aunque en la actualidad se denuncia cada vez con mayor frecuencia, con la intención de aplicar las leyes a quienes dañan tan severamente a los pequeños, muchos de estos abusadores de menores no son denunciados porque son familiares cercanos o personas con autoridad sobre la víctima; porque a los padres les da vergüenza hacerlo público, porque las autoridades no son capaces de responder adecuadamente ante estas situaciones y, en la mayoría de los casos, porque los y las pequeñas se abstienen de denunciar al abusador porque éste los y las ha amenazado hasta con la muerte, de tal manera que el pánico los paraliza, permitiendo así que el abusador se aproveche de esto para continuar con sus felonías. Para prevenir estas situaciones no hay nada mejor que enseñar a los pequeños a saberse cuidar y a denunciar a quien sea que intente abusar de ellos.
Los medios de comunicación son uno de los pilares en los que se apoya la sociedad civil para que este tipo de denuncia sea tomado en cuenta y los abusadores sepan que el castigo puede ser ejemplar, también han ayudado a que la población tome conciencia de los riesgos que tienen los niños, tanto en la casa, como en la escuela. Ni siquiera en los colegios religiosos están a salvo de una experiencia tan dañina como el abuso sexual, por parte de quienes se supone deben velar por su integridad física, moral y emocional. Es por eso que se deben tomar cartas en el asunto y estar conscientes del riesgo que corren los pequeños; sin que esto se convierta en una situación de paranoia, hay que estar alertas a la menor señal de que algo pueda andar mal en la conducta y estado de ánimo de los niños. Algunos de los síntomas de abuso sexual son: trastornos en el sueño y en la alimentación, se hacen más huraños y cabizbajos, mojan la cama o se defecan en los calzones, problemas en la escuela, se angustian frente al abusador, lloran sin saber decir el motivo, tienden a auto castigarse, se aíslan de la familia, se sienten malos y alguno empiezan a hablar de la muerte o a preguntar sobre lo que sucede cuando alguien se muere. Manifiestan dolor en la zona genital o en zona anal, a veces hay irritación en las zonas genitales, manchas extrañas en los calzones o las pantaletas deben investigarse con tacto y a fondo. Cualquier síntoma de estos o alguno parecido merecen la atención de la familia y la consulta con el experto si el problema no cede fácilmente o perdura por más de un mes.
Quienes abusan de los pequeños se escudan en el anonimato y emplean su autoridad moral para amedrentarlos y bajo amenazas muy fuertes conseguir el objetivo de manosear o violar a sus víctimas. Son personas que están enfermas de su sexualidad, lo cual no les da derecho a lo que hacen ni los disculpa del daño realizado. Ellos lo saben y por eso amenazan a sus víctimas. Los abusadores suelen ser familiares cercanos, tales como hermanos mayores, primos, tíos, abuelos o los mismos padres, en el noventa por ciento de los casos. El resto, son amistades, maestros o personas cercanas a la familia, que conocen a su víctima y por eso se le pueden acercar e imponer sus condiciones. Algunos abusadores suelen ser muy seductores con sus víctimas, haciéndoles sentirse realmente amados y tomados en cuenta por un adulto. Sin embargo la sobre excitación de que son objeto por parte del abusador los daña en su sexualidad.
Para que los pequeños sepan defenderse de estos riesgos se les debe brindar una buena crianza y una sólida educación sexual, que los provea de confianza en sí mismos y en sus padres, que les dé un conocimiento de lo que si se debe y de lo que no, en materia del contacto con su cuerpo y con terceros y sobre todo que sepan que pueden recurrir a sus padres y a las personas de mayor confianza de ellos, como las abuelas, la madre o algún familiar que no sea abusivo y que los pueda escuchar, defender y comprender.
La educación sexual de los pequeños comprende el enseñarles que, además de los padres, nadie tiene derecho a tocar su cuerpo bajo amenazas, ni a escondidas. Que ellos tienen todo el derecho de denunciar cualquier intento de este tipo, sin hacer caso a las amenazas del abusador. Que cualquier duda al respecto de su sexualidad o de la de otros la pueden manifestar sin ningún tipo de temor. Que cualquier molestia física que tengan en sus genitales la deben decir para que un médico los revise y que no deben avergonzarse por ello. Que si alguna persona, de la índole que sea, les pide tocar su cuerpo o que ellos les toquen sus genitales, deben informarles a sus padres de inmediato, inclusive si ya sucedió alguna vez. Que no deben sentirse culpables si se le castiga al abusador y que a pesar de lo que el abusador les haya dicho, ellos siguen siendo personas valiosas y queridas por sus padres, pues haber vivido una experiencia de abuso sexual no los hace menos. Es muy importante resaltar este aspecto porque muchos niños se sienten devaluados, culpables y malos por haber experimentado una situación de abuso sexual. Los abusadores sexuales suelen hacerles creer que ellos han provocado su deseo y que si los denuncian nadie les creerá lo que dicen, que si acaso les creen, de cualquier manera ellos son malos por haber incitado su pasión. Si a los pequeños (as) se les educa en un ambiente en el que se pueda hablar de su curiosidad sexual sin prejuicios ni falsas morales, ellos aprenderán a cuidarse por sí mismos y a no permitir que nadie abuse de su cuerpo y de su mente. Si acaso alguien lo hace, serán capaces de denunciarlo sin miedos y sin culpas, para que dicha persona reciba el castigo requerido por la falla en el control de sus patológicos impulsos sexuales y de esta manera los pequeños que denuncien los intentos o los abusos sexuales, estarán evitando que otros pequeños (as) pasen por experiencia similares.
Un niño (a) que denuncia a un abusador sexual debería ser tratado como un héroe y no como un delincuente, se le debe agradecer que haya tenido el valor de negarse al abuso o que lo haya denunciado, sin importar el nexo familiar, educativo o amistoso con el victimario. A un niño (a) que haya sido víctima de un abuso sexual, deberá escuchársele, apoyársele y comprenderlo en sus emociones tantas veces lo necesite para elaborar la situación traumática experimentada. En la mayoría de los casos es necesaria la asesoría de un profesional en la salud mental para ayudar a la familia en el manejo de la crisis y en la superación del trauma sexual que deja en todos los involucrados. Cuando la ayuda emocional es recibida a tiempo, los pequeños (as) y sus familias logran restablecer el equilibrio emocional perdido por la mala experiencia sexual.