miércoles, 7 de julio de 2010

LOS NIÑOS Y SU SEXUALIDAD.

Guadalajara, Jal. 22 de abril de 2008.


Desde que Sigmund Freud publico sus “Tres ensayos de una teoría sexual” en 1905 y el caso de Juanito “Análisis de la fobia de un niño de cinco años” en 1909, los descubrimientos sobre la sexualidad infantil han corroborado y ampliado los planteamientos del creador del psicoanálisis. No se puede discutir si tienen o no sexualidad los niños, pues es algo evidente y solo quienes no quieren verlo se mantienen ciegos ante las manifestaciones libidinales de los pequeños. Desde la época de Freud muchas personas se han angustiado ante la idea de reconocer que los pequeños tienen deseos sexuales, además de la curiosidad por conocer su cuerpo y el mundo que los rodea. La sexualidad infantil es la precursora de la sexualidad adolescente y adulta y en función de lo sano o patológico que haya sido su desarrollo, será la vida sexual de los adultos. Por eso la importancia de conocer sus manifestaciones.

La sexualidad de los pequeños esta influida por sus padres desde antes de nacer, pues las fantasías y deseos de éstos por tener un hijo o una hija, influirán sobre la identidad sexual genérica de sus vástagos. Si los padres, especialmente la madre, adecuan rápidamente sus fantasías y deseos preconceptivos y previos al parto, a la realidad del sexo biológico de sus hijos, éstos no verán afectado su proceso de identificación sexual, como sucede en los casos en los que hay insatisfacción paterna y materna por el sexo de sus hijos. Una vez nacido el bebé, los padres deben aceptarlo y quererlo tal como es. Si se sienten frustrados porque no es del sexo que ellos deseaban, el pequeño (a) lo resentirá y correrá el riesgo de querer ser del otro sexo desde su infancia, tal como le sucede a Dominique, el niño de la película “la vida en rosa”, que creía que Dios se había equivocado al mandar su alma de niña a un cuerpo de varón.

Los seres humanos desde bebés han sentido el placer que los cuidados higiénicos les proporcionan su madre y sus cuidadoras, pues para limpiarlos y bañarlos los estimulan corporalmente. Si dichos cuidados se realizan con amor y gusto por el pequeño, éste asocia el afecto con las sensaciones corporales y guarda en su memoria la experiencia como placentera. Desde que comienzan a tener la capacidad para moverse libremente y explorar su cuerpo, los niños sienten curiosidad por experimentar tocándose donde mayor placer sienten. Más grandecito, entre los dos y medio y los seis años de edad, él repetirá este tipo de caricias y entrara al mundo del autoerotismo, junto con las fantasías edípicas, consistentes en fantasear con tener un contacto sexualmente placentero con el padre del sexo contrario: el varón con su madre y la niña con su padre.

Los pequeños sienten la curiosidad por saber su origen y preguntan acerca de su vida como un acercamiento temprano al conocimiento del mundo que los rodea. Ellos quieren saber cómo llegaron al seno familiar, en dónde estaban antes, porqué son diferentes los niños de las niñas, cómo nacen sus hermanitos, qué hacen los padres en su recamara y porqué tienen sensaciones muy especiales en su zona genital. Estas dudas las plantean desde los dos años, solo que muchos padres se hacen los sordos y no responden, otros contestan con regaños y rechazo y los menos, que son los más atinados, responden adecuadamente, estimulando el deseo de sus hijos por conocer más de sí mismos y del mundo que los rodea. Los niños que son reprendidos por su curiosidad y exploración sexuales, tienden a ser más inhibidos en la escuela y a reprimir su espíritu epistemofilico, por lo cual tienen problemas con el aprendizaje y el deseo por conocer más de la vida, además de que le pierden la confianza a sus padres.

Además de las preguntas típicas para conocer más su cuerpo y descubrir los misterios de la vida, los pequeños también tienen juegos peculiares, que intentan emular el comportamiento de los adultos. Jugar al papá y a la mamá, al dr y a la enfermera, al maestro y la alumna, son algunos ejemplos. Pero también juegan en solitario a explorar su cuerpo y a disfrutar de las experiencias que el auto contacto les brinda y es así como descubren el autoerotismo que provoca reacciones furibundas en algunos padres y en otros angustia. La realidad es que en todo el mundo y en todas las culturas, hombres y mujeres se han auto explorado y gozado en la infancia, pero el mecanismo de la represión provoca que con el paso del tiempo, los adultos se olviden de que ellos también lo hicieron. Los padres que no lo olvidaron, orientan a sus pequeños para que su autoerotismo lo realicen en privado, sin hacerlos sentirse culpables ni avergonzados por estar vivos y disfrutar con su cuerpo.

Los padres que son consientes de la importancia y valor de una buena y sana educación sexual de su hijos, les responden sus preguntas sin angustiarse, sin pena ni vergüenza, los orientan para que conozcan los misterios de la sexualidad conforme su edad y dudas, les proporcionan libros ilustrados y les muestran con el ejemplo amoroso, que la sexualidad es algo agradable, que tiene que ejercerse con responsabilidad, madurez y conocimiento. Los enseñan a cuidarse y respetarse a sí mismos para que no sean víctimas de abusos por parte de niños mayores o de adultos: parientes, maestros o clérigos. También les permiten el sano ejercicio del autoerotismo sin amenazarlos con castigos divinos o demoníacos y no los hacen sentirse mal por querer disfrutar del placer que les brinda su propio cuerpo. En cuanto a sus deseos edipicos, les ponen límites de manera firme y amorosa, para que aprendan a posponer la satisfacción de los mismos, sin hacerlos sentirse culpables. Las dudas e inquietudes sexuales de los pequeños son un buen motivo para establecer un dialogo, acorde a su edad, sobre lo maravilloso que es el mundo de la sexualidad.

Para saber más: F Dolto. “¿Tiene el niño derecho a saberlo todo?”